‘Predator: Badlands’: Un regreso salvaje al mito del cazador | Reseña

‘Predator: Badlands’ irrumpe como una reinterpretación feroz del universo del Depredador, trasladando la conocida dinámica de “cazador vs. cazado” a un territorio pocas veces explorado: una frontera árida, polvorienta y moralmente corroída. La película más estilizada que sus predecesoras inmediatas, apuesta por una atmósfera casi crepuscular, donde la brutalidad no solo es física, sino también histórica.

Un Depredador más primitivo

El filme propone un Yautja menos tecnológicamente ostentoso y más tribal. Sus armas siguen siendo letales, pero el diseño sugiere una intención de volver a las raíces de la criatura: un cazador que se adapta al terreno, que se funde con la roca, con el viento, con el silencio. Esta visión aporta una capa de crudeza que aleja al personaje del puro espectáculo y lo acerca a la mitología del monstruo arquetípico.

Humanidad en extinción

Los protagonistas humanos —un grupo de forajidos, soldados deshonrados y habitantes al límite— no son héroes convencionales. Badlands apuesta por personajes quebrados, cuyas motivaciones no siempre son redentoras. El guion aprovecha este matiz moral para generar tensión constante: ¿merece alguno sobrevivir? Y más importante: ¿le interesa al Depredador la diferencia?
Esta ambigüedad potencia el suspense y otorga un inesperado filo trágico al relato.

Estética del polvo y la sangre

Visualmente, la película es un triunfo de composición. Los paisajes áridos son filmados como pinturas vivientes, con horizontes que parecen devorar a los personajes. La fotografía abraza tonos ocres, rojizos y violáceos, evocando westerns revisionistas como The Proposition o Bone Tomahawk, pero injertados con la crudeza sci-fi propia de la franquicia.

La criatura, por su parte, se beneficia de efectos prácticos combinados con CGI moderado, logrando presencia física sin sacrificar dinamismo.

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Un ritmo de cacería

El montaje propone un tempo irregular a propósito: pausas largas que construyen inquietud, seguidas de estallidos violentos que recuerdan por qué el Depredador es uno de los iconos más temidos del cine de acción y horror. La tensión se cocina a fuego lento y estalla con precisión quirúrgica.

Un eco del mito original

‘Predator: Badlands’ no pretende reinventar la franquicia desde lo grandilocuente; la reinventa desde lo íntimo, desde el terreno inhóspito donde la supervivencia se vuelve filosofía. Es una entrada sorprendentemente madura y estéticamente poderosa, que respeta la esencia del Depredador mientras experimenta con tono y territorio.

Para el cinéfilo, es un viaje a una frontera donde cada sombra podría observar… o cazar.

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