La historia de Julius hizo el salto de las páginas de la novela hacia la pantalla grande gracias a la cineasta Rossana Díaz Costa. Después de una larga espera, por fin llegó a las salas de cine la película basada en una de las obras más importantes de la literatura peruana: Un mundo para Julius.
Abordar el argumento desde el inocente punto de vista de un niño, tal como se presenta en el libro, es uno de los grandes aciertos de la película. Esta era la única manera de representar la complejidad de las relaciones sociales entre los habitantes de la casa-palacio de Julius sin criticismos o censuras. Ya depende del público cómo reaccionar ante el choque que significa ver a la Lima de los años 50, con su racismo, clasismo y violencia normalizadas en ese entonces.
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Recrear el pasado
Uno de los aspectos que más impactan son, definitivamente, el diseño de producción y de arte. Desde las botellitas de perfume hasta los autos de época, pasando por el maravilloso diseño de vestuario; allí hay un trabajo impecable que felicitar. Asimismo, la elección del cast estuvo muy bien hecha. Como lectora del libro, me impresionaron particularmente las actrices que hicieron de Susan y Cintita. Son el vivo retrato de la descripción que hizo Echenique.
La cinematografía también es un buen elemento a destacar en la película. Es notorio el uso de algunos planos y secuencias que ayudan a narrar la situación de confrontación/convivencia entre los “pobres” y la “gente de bien”, al estilo de Parasite. La secuencia con la que finaliza la película es un claro ejemplo de ello, así que ojo con esos detalles.
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A mi parecer, esta es una buena adaptación cinematográfica que supo combinar acertadamente todo el drama, la crítica social y el humor tan bien como Echenique lo hizo. Quizá hasta daría para una segunda parte, pero eso ya lo decidirá el destino.
