La más reciente producción Pixar-Disney vio su debut marcado por la palabra “censura”. ¿Cómo pasó un spin-off de la popularísima saga de Toy Story a ser reconocido solo por los titulares amarillistas?
En 2020 se anunció la realización de ‘Lightyear’, una precuela que explicaba el origen Buzz Lightyear, el viajero espacial que todos vimos en las películas de Toy Story. Cuando se anunció su llegada a los cines, en marzo de este año, se mencionó un pequeño detalle que no se recordaría hasta hace unos días: la existencia de una familia conformada por dos mamás, una pareja lésbica, evidentemente. Aquel fue el inicio de la hecatombe.
Lo que se vivió en las salas de cine
A continuación, una pequeña crónica de la experiencia vivida por la redactora de esta reseña y sus sobrinos que no pasan de los 8 años de edad e insistieron en ver a Buzz en la pantalla grande. Llegamos a la sala de cine con unos minutos de retraso, y el prólogo de la película ya había iniciado. El público, conformado por adultos e infantes, miraba la secuencia llena de acción que da inicio a las aventuras de Buzz en el planeta en el que terminaría quedándose varado.
Minutos después nos encontramos con la mejor amiga de Buzz, Alisha Hawthorne, una guardiana del espacio brillante que apoya a su amigo en las buenas y en la malas. Ella menciona a su novia, (miradas suspicaces de algunos adultos), luego vemos cómo ella va haciendo su vida, aparece embarazada y, finalmente, aparece su esposa. Miro de reojo a mis sobrinos. Ellos siguen atentamente la historia.
Ahora sigue una escena de ellas festejando algo (perdón, no recuerdo exactamente qué) con su hijo, y se dan un besito fugaz de esos que se dan las parejas adultas cuando se saludan. Cuchicheos en la sala. Mis sobrinos ni se inmutan. El niño hiperactivo de al lado, tampoco. Ni el de abajo, que sigue comiendo pop-corn a una velocidad preocupante. Y de ahí, básicamente, seguimos a Buzz tratando de ir al infinito y más allá.
La magia de Pixar y las historias de ciencia ficción
El tiempo corre dejando ver la increíble calidad del trabajo de los animadores de Pixar. Se ven hasta las pelusas del gato-robot de Buzz. Y vaya que esta historia les permite hacer despliegue de toda la tecnología que tiene este estudio, ya que las películas en un contexto espacial futurista son, primordialmente, construidas en base al esfuerzo creativo de materializar en la pantalla todas las ideas locas de la humanidad sobre la astronáutica de las próximas décadas. De hecho, sentí una fuerte influencia de Star Wars en varios de los efectos.
A decir verdad, yo diría que la narrativa hace la película no tan adecuada para niños muy pequeños (digamos menores de 6 años) por la cantidad de tecnicismos qué tiene. Viajes espaciales, relatividad del tiempo, paradojas; todas esas cosas pueden resultar algo confusas. Pero, como a muchos nos habrá ocurrido en la niñez, siempre hay cosas que logramos entender aun en cintas complejas. Por ejemplo, el valor de la amistad, tan bien representado en esta historia.
El equipo de Buzz difiere en un aspecto muy importante del equipo de Woody. Mientras que el de este último está lleno de individuos fuertes y bondadosos, donde solo el pobre T-Rex flaqueaba por su temor; el equipo del viajero espacial está conformado por outsiders: una anciana de armas tomar, un torpe muchacho con manos de mantequilla, y una joven entusiasta, sí, pero sumamente inexperta. Al inicio son un estorbo para Buzz, pero poco a poco vemos la magia del trabajo en equipo en donde, como en la vida real, se demuestra que todos pueden aportar si lo desean.
Para finalizar
Esta probablemente no sea la mejor película de Pixar, pero es divertida e interesante. En cuanto al quilombo que le han armado en las redes y medios de comunicación, como describí párrafos atrás, no tiene ni un ápice de justificación, puesto que es el beso más inocentón que he visto en mi vida (habiendo cosas mucho más explícitas entre parejas heterosexuales en películas infantiles). Los niños ni lo notaron por lo rápido y natural que es. Vamos, tampoco es que los directores iban a poner un beso francés. Eso sí sería inapropiado, sea la pareja compuesta por personas del mismo sexo o no.
Si la queja es, simplemente, por la aparición de lesbianas, ya es hora de que vayan asumiendo que ellas existen y seguirán existiendo y apareciendo en público, porque ya fueron bastantes los años en los que se tuvieron que ocultar. Y no, nadie está forzando a nadie a verla. Solo dejemos que el cine haga lo que siempre ha hecho: reflejar el variopinto rostro de nuestra sociedad.