Iniciamos el año con una grata noticia: una película peruana, íntegramente en quechua, se mantuvo en la cartelera más de un mes y medio (y aún contando). ‘Willaq Pirqa’ es ese candor que hacía falta en el cine nacional, una historia que absolutamente todos podemos disfrutar.
No es inusual que, cuando propones ir a ver una película peruana, a más de uno del grupo con el que estás no le agrada la idea. Es que o bien son de esas comedias sosas con los actores de siempre o bien son de esas medio experimentales y que no se entienden, me dijeron una vez. Y bueno, cada quien tiene sus gustos, pero hay unas cuantas películas selectas que todo el mundo puede disfrutar, desde el cinéfilo más insoportable que ve solo producciones europeas subtituladas hasta el tipo que solo va al cine cuando se trata de una cita. Una de esas joyitas del séptimo arte es ‘Willaq Pirqa’.
Sistu es un niño que vive en la sierra peruana con todas las preocupaciones propias de su contexto, como ir al colegio, ayudar a sus papás y visitar a su abuelita. Sin embargo, en un momento de esos que, a simple vista, son parte de la cotidianeidad, su vida cambia para siempre. Un día, su maestra le habla de un fenómeno que suena extrañísimo a sus oídos, una pared donde se mueven cosas que hablan: el cine. A partir de ahí, Sistu hace lo imposible para poder ver en persona ese arte que se convertiría en una parte importante de su comunidad, de su presente y futuro.
La belleza del mundo de los niños
César Galindo, director de este filme, vivió una buena parte de su infancia en un pueblo cusqueño. La trama y los personajes están inspirados en sus propias experiencias. Es por eso, quizás, que todo el filme se siente como un grato recuerdo que alguien narra contento durante la sobremesa. Los colores brillantes, el optimismo casi ingenuo de los adultos y la felicidad de los pequeños crean esta atmósfera dulce en la que uno de buena gana se sumerge, porque qué bonito es descansar, por un momento, del realismo.
Sistu nos conduce a través del hilo de su historia con ímpetu y buen humor, mientras que las cosas que suceden a su alrededor no son tan alegres. Su hermana perdida, su abuela con problemas de salud, la pobreza en la que vive; todas estas son realidades que uno a menudo omite durante la niñez. El Sistu adulto cineasta retrata estas problemáticas de la manera en la que usualmente se evocan las circunstancias adversas durante la infancia: como algo vago y triste que solo cobra sentido cuando uno lo mira desde la perspectiva de un adulto. Este, debo decir, es uno de los aspectos más acertados de la película en mi opinión.
Creo que muchas críticas ya se han extendido bastante sobre las similaritudes entre ‘Willaq Pirqa’ y ‘Cinema Paradiso’, así que no ahondaremos más en ello. Francamente, para mí es lo de menos, pues aunque fueran idénticas (que no lo son en absoluto), nada demeritaría lo hermoso que es ver una historia así narrada en los Andes, donde tantos peruanos vivieron, viven y vivirán.
El quechua y la vida andina en la pantalla grande
Esta parte del texto va a ser bastante personal. Lamentablemente, en nuestro país hay poquísimas películas en nuestra lengua original, el quechua. Ni siquiera se puede argumentar que esto se debe a que poca gente lo habla, pues más de 4 millones de peruanos(as) son quechuahablantes. Por ello es que es particularmente emotivo ver un filme con protagonistas y situaciones con el que un gran sector de la población, escasamente representado en el cine, se pueda identificar.
Ver ‘Willaq Pirqa’ me recordó a las anécdotas que mis padres, originarios de la sierra arequipeña y cusqueña, me contaban después del almuerzo de los sábados. Mi madre me dijo por primera vez en años que quería ir al cine porque había escuchado en las noticias que había una película en quechua y que había sido grabada en Cusco. El impacto que tiene la representatividad en nuestra sociedad es real, y es hermoso que el arte ayude en esto, sobre todo en circunstancias tan duras como las que está atravesando nuestro país.
De todo corazón, espero que cada vez más mentes creativas de todos los rincones de nuestro país tengan la oportunidad de tomar una cámara y contar las experiencias que miles han pasado y que nunca se ven en pantalla grande. Después de décadas en los que hacer cine era un privilegio, ahora es el momento de hacerlo más cercano para todos y todas. Esperemos que haya muchas más Willaq Pirqa’s en el futuro, y que sean recibidas con el mismo cariño con el que la historia de Sistu fue recibida.